Eran las diez de la mañana y la reportera no había dormido nada. Tras probar la Ayahuasca, Meritxell Martorell decía estar mareada y con el cuerpo débil. Calificaba la experiencia como un viaje “muy intenso” y deseaba encontrarse bien. A lo largo de 21 días se había hecho una idea de cómo era pero no imaginaba “que me sentaría tan mal”. “Se mueve mucho dinero por activar una parte tan sensible como es el cerebro, el auge de este tipo de turismo es un disparate”, decía.