El cierre de Iker Jiménez: El tejo, un árbol que resulta ser todo un universo
Ahora que vivo un poco en un ambiente más rural, me fijo en los árboles y hasta hace nada siguen siendo desconocidos. Podemos saber algo de la fauna, o interesarnos por la fauna, por el ser humano evidentemente, hay gente que lo hace por las montañas…Se dice que los árboles son eso, seres milenarios en algunos casos, con siglos a sus espaldas. Dicen, por ejemplo, que el ser viviente más antiguo de la Comunidad de Madrid es el llamado Tejo de Varadillo, que lleva por lo menos dos mil años. Pero los árboles, por lo que sea, son un mundo aparte que por lo que sea, solo los especialistas apasionados se meten en ello.
Me han traído el libro ‘La savia del Tejo’, autoeditado. El autor, a quien no conozco personalmente todavía, es David Matarranz, y tiene una historia tan increíble que les voy a contar yo al final por qué les cuento este laberinto. Él, siendo un crio, en la zona del rio Lozoya, se queda tan ensimismado con lo que le dice el pastor de historias que pasan a las sombras de ciertos árboles que ese niño joven se queda impregnado por el entusiasmo y se pone a buscar. Resulta que era un tejo que le llamaban la milenaria porque puede tener más de mil años y que además, no es mito, respecto a tormentas o coincidencia con eclipses, hay ciertos movimientos en la sangre del árbol, en la sabia. Este muchacho quiso saber más de aquel árbol, porque debajo de su ramaje antiguo sintió ciertas cosas.
Fue documentándose en bibliotecas, en lugares especializados en botánica, para saber si otros grandes estudiosos habían sentido algo parecido.¡ Y vaya si habían sentido algo parecido! Resulta que desde hace milenios, el tejo era árbol sagrado. En Italia le llaman el árbol de la muerte, porque unas pocas gotas de la sustancia de la savia del tejo, árbol que por cierto está en el Retiro, mata irremediablemente a una persona.